Aquel día había madrugado bastante para ir a observar los ciervos. A los ciervos no hubo manera de verlos. Ya pensaba que había sido otra jornada más en el campo sin poder observar nada. Eran las 10 de la mañana, empecé a desayunar sentado debajo de un árbol con todo mi equipo al lado.
A unos 120 metros veo salir desde el bosque al lindero un hermoso macho de corzo con la intención de meterse en el medio del cultivo. Algo muy típico en estas fechas. En ese momento lo dejo todo y comienzo una aproximación eterna al corzo. Mirando bien donde pisar y con movimientos lentísimos. Me llevó 15 minutos avanzar 100 metros. Tenía las pulsaciones altas, y mucha emoción por lo que estaba consiguiendo. A favor tenía el sol de espaldas y el viento que iba desde el corzo hasta mí.
Éste es el vídeo que tomé.
Al final del vídeo que habéis visto, cuando el corzo aparece tan cerca, lo tenía a unos 4 metros. No llegó a darse cuenta de mi presencia, yo me fui por mi camino y él por el suyo. Esto siempre es lo que más me gusta.
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