Como siempre que se intenta estas cosas hay que pegarse el madrugón, es inevitable. Pero cuando lo haces para algo que te gusta no es lo mismo que para ir a trabajar.
Tuve que caminar bastante hasta que encontré al grupo de la foto de arriba. Eran cuatro estaban tranquilamente comiendo. Les pillé por la espalda. Estaba detrás de unas peñas. No podían verme, estuve largo rato observándolos con los prismáticos. Lugar privilegiado. Aún así para la foto me quedé muy lejos. Me resultaba imposible bajar.
Me moví. Fui cauteloso, sigiloso. Pero siempre hay algo que hace ruido. Los alerté y se movieron. Aquí otra foto del grupo.
Proseguí camino sin salirme del valle por el que iba. Encontré muchos más. Ahí abajo tenía otro grupo. Lástima la distancia o las limitaciones de mi teleobjetivo.
Y de repente apareció uno próximo. Ahí estaba al borde del precipicio. Me vio enseguida, no puede evitarlo. Después de un rato decidió bajar por ahí delante. Después me acerqué y era un buen precipicio. Era impresionante por donde había bajado.
Tras alcanzar un collado cambié de valle y tras un rato me encuentro a otro que estaba en posición parecida al anterior. Ahí estaba posando para mí sin enterarse.
Y para acabar, esta foto. Fue cuando llegué al collado. Ahí abajo de repente vi todo un rebaño. Supongo que hembras y crías con los primeros colores del otoño.
Espero que os haya gustado.