No hace mucho tiempo tuve un encuentro con este animalillo. Se mostraba cándido y confiado ante mi presencia. No era la primera vez que me sucedía algo parecido con las crías del lagarto verdinegro.
Era el atardecer. Lo podéis observar en la foto anterior. Y es que su sombra a esas horas era muy alargada. Fijaos en su cola y en sus patas, cómo las traspasa el sol dándoles un color naranja intenso.
Me miraba curioso. Atrevido. Menos mal que no era ninguno de sus depredadores.
Como veis, pude fotografiarlo a placer. Qué bonito es. Pinchad en las fotos para ver los detalles de su piel. Siempre me acordaré de este momento.
Hoy, bien cortito. Un abrazo.