Después de mucho tiempo yendo a buscar a diferentes zonas al macho de la cabra montesa y encontrando tan solo a las hembras (que no es poco) al fin los encontré.
Lo que aquí os cuento aconteció a finales de septiembre de este año, pero como siempre, no había tenido tiempo para subirlo.
Estaban en una zona por donde había pasado muchas veces. Tuve suerte ese día. El encuentro fue casi casual. Pasaba de largo desesperanzado y al asomar la cabeza ladera abajo veo aparecer las cornamentas.
Al principio estuve agazapado. Pero el macho tolera mucho más la presencia humana que las hembras. Lógico por otra parte. Las hembras siempre van con dos crías. Y los machos, además de tener unas buenas armas de defensa y ataque, van en grupo.
Tras unos primeros momentos puede disfrutar como nunca mirando, observando y haciendo fotos para el recuerdo.
Allí estuve casi dos horas, embobado, con aquellos animales tan magníficos. Y es que la cornamenta confiere al macho de la cabra una presencia imponente. Si bien los de las fotos no son machos viejos con cornamentas grandes.
Fotografiar a la cabra, y sobre todo al macho, es relativamente fácil. Mucho más fácil que fotografiar al rebeco. Aunque lo de acercarse como si nada y tirar la foto no vale, el animal se va. Se requiere, paciencia, sigilo y respeto por el animal, incluso cierta complicidad.
Así pude gozar con la visión y tomar fotos como la siguiente panorámica. Haced clic en la siguiente foto para agrandarla, merece la pena. No se puede decir que no posaran para mí. Y es que el macho de la cabra montesa es mi «artista preferido».
Por eso le estoy agradecido.
Espero que os haya gustado. Aquí nos vemos. Un abrazo.