El otro día divisé dos enormes ejemplares de ciervos macho. Salí a ver si veía al lobo, pero me tuve que conformar con la observación simultánea de ciervos, rebecos y corzos, cosa poco habitual. No está nada mal. Según los vi inicié un acercamiento hacia los cérvidos que sabía que iba a ser prolongado. No me importa ese acercamiento, pues es de las cosas que más me hacen disfrutar de la observación de fauna. Prefiero un buen rececho con una foto mediocre a toparme de suerte con el mismo animal y sacerle fotos buenas. Por eso puedo entender que a los cazadores les guste el rececho, pero a partir de ahí no lo entiendo.
El caso es que había dos hermosos ciervos en el valle. Yo estaba en el cordal. Inicié descenso cauteloso hacia ello. Puede hacerle fotografías a ambos, si bien las del más grande no os las muestro debido a su mala calidad o a que los saqué en posturas poco fotogénicas. Pero hay vídeo.
Es difícil ver dos ejemplares como éstos a estas alturas del año, pues tienen hábitos tímidos permaneciendo la mayor parte del tiempo recluidos en el bosque hasta que llega la época de la berrea que la tenemos a las puertas. Tuve suerte, no puedo negarlo.
Según me aproximaba a ellos, un montañero me adviertió a voces desde el cordal que por donde estaba bajando no se iba a ninguna parte. Ahí acabó la aventura de los ciervos. Subí algo más en la ladera y, más próximo al cordal, me puse a observar el valle. Un valle con muchos claros. Buscaba al oso en la ladera de enfrente. Veo en ese momento que los de la Fundación Oso Pardo, en el cordal del otro lado del valle, están buscando lo mismo que yo pero mirando hacia la ladera donde me encuentro sentado. Desencaminado no voy. No sé si ellos vieron al oso, pero yo no.
Aquí está el macho de las fotos.
Y aquí el otro macho, mucho más grande:
Espero que os haya gustado. El próximo reportaje sobre ciervos, supongo que será sobre la berrea. Hasta otro día.