Hace unos días, en mitad de la vorágine de los fuegos en el oeste de la Cordillera Cantábrica, tuve la suerte de recoger en vídeo a estos dos varetos que, ajenos al fuego, jugaban o se entrenaban para retos futuros juntando sus cabezas y cuernas en un juego más que otra cosa. A los que le gusten los ciervos no dejéis de verlo pues hay unas estampas muy bonitas.
Un minuto antes de la toma de estas imágenes un corzo macho pasó entre ambos. Se miraron. Se hicieron el caso justo y cada cual a los suyo. Una pena no poder enseñároslo.
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